El médico y astrónomo Heinrich Olbers (1758-1840) falleció hace 175 años.
Es conocido, sobre todo, por la paradoja que lleva su nombre, que formuló en 1823: En un universo estático e infinito, el cielo nocturno debería ser totalmente brillante, sin regiones desprovistas de luz.
En el año 1610, Johannes Kepler se preguntaba sobre la posibilidad de un Universo infinito, con infinitas estrellas. En Dissertatio cum Nuncio Sidereo afirmaba que era difcil que existiera ese Universo, porque el cielo debería ser tan luminoso como el Sol.
Esta reflexión fue de nuevo planteada en el siglo XVIII por los astrónomos Edmond Halley y Jean-Philippe Loys de Chéseaux, aunque fue Olbers el que la formuló y desarrolló.
Existen diversas explicaciones a esta paradoja, aunque he querido recordar aquí la que Edgard Allan Poe apuntaba en Eureka (1848), un ensayo filosófico y cosmológico que el escritor dedicó a Alexander von Humboldt.
Julio Cortázar tradujo el texto a castellano y apuntaba que, aunque la obra fuese discutible en el plano científico, no lo era en el poético. El prólogo de esta versión reseña una carta de Poe, del 29 de febrero de 1848, en la que resume la esencia del libro:
La proposición general es ésta: Puesto que nada fue, todas las cosas son.
- Un examen de la universalidad de la gravitación, esto es, del hecho que cada partícula tiende, no hacia ningún punto común, sino hacia otra toda partícula […].
- La gravedad no es sino el modo según el cual se manifiesta la tendencia de todas las cosas a retornar a su unidad original […].
- La ley reguladora del retorno, esto es, la ley de la gravitación, no es sino un resultado necesario del único modo posible y necesario de irradiación uniforme de la materia a través del espacio […].
- El universo de los astros (a diferencia del universo espacial) es limitado.
- La mente conoce la materia solo por sus dos propiedades: la atracción y la repulsión […].
- La materia, al surgir de la Unidad, surgió de la Nada, esto es, fue creada.
- Todo retornará a la nada, al retornar a la unidad… Lo que he propuesto revolucionará su tiempo el mundo de la ciencia física y metafísica. Lo digo con calma, pero lo digo.
En Darkness at night. A riddle of the Universe (1987), el físico Edward Harrison afirma que Poe da la primera solución cualitativa a la paradoja de Olbers: de sus especulaciones metafísicas, se llega a la conclusión de que el Universo está en expansión (pág. 93 de [1]).
No hay falacia astronómica más insostenible, y ninguna ha sido apoyada con más pertinencia, que la de la absoluta ilimitación del universo astral. […]
Si la sucesión de estrellas fuera infinita, el fondo del cielo nos presentaría una luminosidad uniforme, como la desplegada por la Galaxia, pues no podra haber en todo ese fondo ningún punto en el cual no existiera una estrella. En tal estado de cosas, la única manera de comprender los vacíos que nuestros telescopios encuentran en innumerables direcciones sería suponiendo tan inmensa la distancia entre el fondo invisible y nosotros, que ningún rayo de éste hubiera podido alcanzarnos todavía. ¿Quién se atreverá a negar que pueda ser así? Sostengo, simplemente, que no tenemos ni un adarme de razón para creer que sea así.
Más información:
[1] Edgar Allan Poe, Eureka, Alianza Editorial, 1990
[2] Marta Macho Stadler, La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga, Un paseo por la Geometría 2000/2001, 97 – 114, 2001
[3] Wikipedia
Esta entrada participa en la edición LX (marzo-abril de 2015) del Carnaval de la Física cuyo blog anfitrión es ::ZTFNews y en la XIII Edición del Carnaval de Humanidades cuyo blog anfitrión es Scire Science.
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